domingo, 22 de enero de 2012

Un amo imposible

No hay lugar en el mundo que no tenga leyendas sobre sus personajes, sus edificios, montañas o ríos y aunque muchas son similares a pesar de las distancias geográficas, todas tienen un toque local que las hace más cercanas y entrañables. No hace mucho que leí esta que os voy a relatar, como siempre a mi manera, y que pertenece al grupo de leyendas de amor con final trágico.

Corrían los tiempos de la dominación árabe y Toledo era una ciudad próspera en la que convivían, eso si, sin mezclarse, moros, cristianos y judíos. La única relación entre unos y otros eran los negocios porque el dinero no entiende de religiones, por lo demás cada uno vivía en su barrio procurando no cruzar los límites que les separaban de los demás. Una de las calles de Toledo, llamada Bajada del Pozo Amargo, tenía por aquel entonces una pequeña plazoleta en cuyo centro había un pozo del que se contaba esta historia.

Había un judío muy rico que además poseía una gran cultura y un gran conocimiento de las leyes y la religión, lo que hacía que fuera respetado por sus vecinos hasta el punto de considerarlo como un rabino. Este hombre era viudo y sólo tenía una hija bellísima a la que amaba profundamente y a la que le dio una esmerada educación, pero en su afán de protegerla la condenó a vivir en su lujosa mansión sin tener amistad con jóvenes de su edad a los que consideraba de condición inferior. Esto hizo que la pobre chica se pasara los días bordando o leyendo cerca de la ventana contemplando a la gente que pasaba por la calle y deseando ser como ellos que parecían tener unas vidas mucho más agradables que la suya.

Un día en que como de costumbre miraba hacia la calle, protegida por una celosía para poder ver sin ser vista, vio pasar a un joven elegantemente vestido que no pertenecía a su comunidad, tenía todo el aspecto de ser cristiano. Llamó poderosamente su atención su belleza y elegancia y lo siguió con la mirada hasta que desapareció al entrar en la calle siguiente.

A partir de ese día su entretenimiento favorito fue intentar localizarle de nuevo entre la gente que pasaba por la calle, no lo conseguía todos los días y eso la ponía triste así que decidió convencer a su padre para que, debidamente acompañada por una persona de su confianza, la dejara dar unos paseos por la ciudad. Consintió el padre al fin y en uno de esos paseos se encontró frente a frente con el apuesto muchacho que a su vez reparó en ella sintiéndose atraído hasta el punto de que comenzó a indagar quien era aquella joven tan bella.

Una vez conseguida la información, todos los días pasaba lentamente ante la casa de la joven con la intención de verla, pero las celosías de las ventanas le impedían saber si ella se encontraba allí. Ella se dio cuenta y pensó que tendría que hacer algo para comunicarse con el muchacho sin que su padre se enterara. Una mañana en que le vio observando la casa, dejó caer un papel en el que había escrito que deseaba hablar con él. Pasados unos días la joven recibió respuesta citándola en una calle cercana junto al pozo.No le resultó fácil escabullirse de casa, pero llegada la noche lo consiguió y en silencio y temblando por la emoción y por el miedo, logró reunirse con el joven que la esperaba junto al pozo y allí, protegidos por la oscuridad, se declararon su amor y se prometieron fidelidad. Estos encuentros se sucedieron noche tras noche procurando no ser descubiertos pues ambos sabían que las relaciones entre una judía y un cristiano no serían aprobadas por nadie, pero para ellos su amor era lo más importante y aunque quisieran ya no podrían dejar de verse y de amarse.
Pero como sucede siempre, los secretos no duran mucho y llegó una noche en que los enamorados fueron descubiertos por un amigo del padre de la joven que la reconoció y no tardó nada en ir a contárselo. La noticia le enfureció de tal manera que lo primero que le vino a la mente fue la venganza y aunque no dejaba de reconocer que su hija no estaba exenta de culpa al traicionarle con una relación amorosa totalmente prohibida para ella, su odio se volcó en el muchacho haciéndolo responsable de todo el daño.
A la noche siguiente el padre salió de casa antes que su hija y dirigiéndose hacia el lugar de las citas se escondió protegido por las sombras apretando en su mano un puñal que guardaba bajo su capa. El siguiente en llegar fue el joven que confiado se sentó en el brocal del pozo para esperar a su amada cuando de pronto se vio empujado hacia la boca del pozo, pero joven como era intentó defenderse de aquella sombra que le atacaba con furia y cuando parecía que lo iba a conseguir, sintió en las entrañas el frío del acero toledano que le arrancó la vida cayendo a los pies de su agresor.

Un grito espantoso rompió el silencio de la noche, el agresor se giró encontrándose de frente a su hija que había presenciado la lucha viendo con horror como su amado moría a manos de su padre. Volvió el silencio a la plaza mientras la joven caía desvanecida al suelo de donde la recogió su progenitor que envolviéndola amorosamente en su capa la trasladó a su casa. Día tras día intentaron hacerla revivir, pero ella estaba como muerta, no hablaba ni comía ni tan siquiera lloraba lo que hacía que la tragedia fuese cada vez mayor hasta que una noche la joven sin que nadie la viera abandonó la casa y se dirigió al pozo donde se encontraba cada noche con su amado, se asomó al brocal viendo la luna reflejada en el agua y sin dudarlo ni un momento se arrojó con la idea de reunirse con el que fue el amor de su vida.

Este suceso conmocionó a la ciudad, destrozó la vida del judío que nunca pudo perdonarse la muerte de su hija y el pozo recibió el nombre de “Pozo amargo”. Hay quien dice, que durante mucho tiempo, antes de que el pozo desapareciera, muchas noches se podían ver las figuras de los dos jóvenes que se dirigían hacia lugar, en donde se besaban apasionadamente y luego desaparecían como si de un retazo de niebla se tratara.

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